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jueves, 19 de mayo de 2011

¿Cómo he llegado a ser quién soy?

Cómo actuamos determina, en cierta manera, quiénes somos. Todo esto viene condicionado por lo que nos envuelve, nuestra historia, la gente que nos rodea, nuestra genética, las experiencias pasadas…

Eysencky (1985) señala que los rasgos psicológicos están determinados tanto por los factores hereditarios como por factores ambientales, aunque se acepta que el peso de los factores hereditarios es mayor.

Sin embargo esto me ayuda a cuestionarme: si tanto peso tienen los factores hereditarios, ¿Porqué mi hermana y yo tenemos una personalidad totalmente opuesta? La respuesta puede estar en que nuestra personalidad no nos es dada, sino construida día a día, y por tanto modificable a cada instante, aunque tengamos ciertos rasgos estables y consistentes. Mi hermana es extrovertida, sociable e independiente, y por el contrario yo tiendo a ser más introvertida y dependiente. Según el modelo de personalidad de Eysenck (1972) la extraversión caracteriza a las personas que tienden a estar orientadas hacia fuentes externas de estimulación social y física, mientras que las introvertidas como es en mi caso tendemos hacia fuentes internas de estimulación, y a ser más condicionables. Me desanimo, pero sigo leyendo, hasta que Gray (1987,1990) vuelve a ponerme en guardia apuntando que estas características dependerán de la naturaleza de la situación, de modo que los introvertidos mostraremos mejor rendimiento ante señales de castigo, mientras que los extravertidos lo harán ante señales de recompensa.

Raymond B.Cattel (1946,1950)  y McCrae (1991) con el modelo de los Cinco Factores me ayudan a concretar aún más en mi YO actual, simplificando los factores de la personalidad, sin embargo mi pregunta ahora es ¿Estos factores elegidos servirán para futuras generaciones? La historia, experiencias, e incluso genética de nuestros sucesores puede cambiar, ¿Darán respuesta Cattell y  McCrae a ello?

¿Hasta dónde puedo llegar? ¿Hay relación entre teorías y  prácticas?

Esta mañana mi abuela ha dicho una frase que había escuchado gran cantidad de veces pero hoy me ha hecho reflexionar. Ella decía: “He sido así y ahora no voy a cambiar con ochenta y dos años que tengo”. Cuando oigo esto entiendo que ella cree que ha nacido así, que todos nacemos programados para ser de una determinada manera y que poco o nada tienen que ver las experiencias vividas.
Tal y como señala Weiner (1972, 1985, 1990) en la teoría de la atribución, el ser humano puede pensar y regular su propia conducta. Sin embargo creo que para mi abuela era más fácil utilizar esa expresión porque es más cómodo buscar la estabilidad, el control o la predicción de lo que nos rodea y descartar aquello que no nos cuadra con nuestra representación de la realidad.
Por otro lado, Julian Rotter (1957,Rotter, Chance y Phares,1972) recupera la idea de que las personas tienen expectativas y que éstas influyen en sus actos. Y volviendo a la frase de mi abuela, me pregunto: ¿Qué tipo de expectativas puede tener una persona que cree que se mantiene igual en el tiempo? ¿Es la edad la que nos provoca un descenso de nuestras expectativas personales?

“En la ciencia, como en la vida, creo que se debe mezclar la confianza con la humildad (confianza en objetivos y puntos de vista concretos, humildad para reconocer que podemos estar equivocados y que tendremos que cambiar de opinión). Me gusta decir que la vida sin confianza es desapasionada y sin humildad hace que nos dejemos poseer por una idea fija y seamos reacios a los cambios(Lawrence A. Pervin, La ciencia de la personalidad)

¿Quiero alcanzar la perfección?

La búsqueda constante del éxito es una motivación natural del ser humano. Todos necesitamos la potencialización de este descubrimiento que es el conocimiento del ser profundo de uno mismo. Se trata de evitar repetir y reforzar errores, afianzar habilidades innatas, tener una mejor comunicación con el entorno por el entendimiento de la personalidad de terceros.

El profundizar en la búsqueda de la motivación ha hecho que mi mente remonte al pasado, a mis diez años de violín en el conservatorio. En concreto ha sido la teoría desarrollada por Atkinson la que me ha hecho reflexionar, cuando concluye que la necesidad de lograr un objetivo (alcanzar un éxito) viene modulada por la necesidad de evitar el fracaso. Y esto es lo que a mí me ocurría, yo no pretendía obtener un éxito ya que me hicieron creer que dedicarme profesionalmente al instrumento quedaba lejos de mis posibilidades, mi mente solo estaba pendiente de evitar el fracaso, que para mí era el  no decepcionar a mis padres.  Mi baja motivación de logro, hizo que aumentara el nivel de motivación por evitar el fracaso así como la de obtener el éxito.

Ahora pienso en mis alumnos, ¿En qué nivel están ellos? ¿Realmente busco que alcancen la perfección?
“El éxito es cualquier sensación en la que tú creas que has logrado lo que querías” (Anónimo)

Llegados a este punto, no me queda más que concluir:

“Yo soy el resultado del significado que le otorgo a mi experiencia. Por tanto, cuando cambie el significado de situaciones vividas, cambiará mi manera de ver y hacer con el mundo. Mientras no me plantee que las cosas pueden ser de otra y mil maneras diferentes, yo seguiré siendo igual, la misma, alguien fijado en el tiempo.”

domingo, 15 de mayo de 2011

¿Qué queremos? ¿Máquinas o personas creativas capaces de superarse a sí mismas sin pretender ser mejores que los demás en todo?

Los alumnos japoneses se preparan durante toda su vida para la profesión que van a desempeñar, ¿es necesario toda esta formación? ¿el mercado hace la educación?

Y qué hacen con los niños que no van a la guardería, osea aquellos que no logran pasar la prueba?

¿Serán niños felices? ¿Tendrán tiempo para jugar?