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jueves, 5 de abril de 2012

“Los sonidos del silencio”, mi canción preferida de Simón y Garfunkel. ¿Coincide con la tuya?

La percepción y el significado de la música dependen de la historia gradual y cultura del individuo…”, decíamos en nuestras primeras sesiones de musicoterapia.
Después de la magistral exposición de los profesores Dr. Jorge López y Dr. Eduardo Gutiérrez sobre los fundamentos biológicos de la musicoterapia se me plantean algunas cuestiones:
Estoy de acuerdo con que los procesos mentales que llevan a la percepción de fenómenos como la música son muy difíciles de definir y entender. Pero; ¿Existen condicionantes fisiológicos que contribuyan a determinar nuestro gusto musical? Y si es así; ¿Hasta qué grado el gusto musical, y eventualmente el gusto estético en general, están determinados por los mecanismos de funcionamiento de nuestro sistema nervioso?


El sonido de la tiza raspando la pizarra  puede causarnos escalofríos y una desagradable sensación, una bella melodía inmenso placer y relajación. 

¿Qué hay detrás de estos fenómenos? ¿Qué ocurre en nuestro cerebro? 

Hay ciertas combinaciones de tonos que resultan desagradables al oído independientemente del aprendizaje y de la cultura del individuo. Según el Instituto de Fisiología de la BUAP, México:  La razón está tanto en las propiedades mecánicas de la cóclea como en las propiedades de la red neuronal que procesa la información auditiva, imponiendo con ello importantes condicionantes para la detección del sonido y la sensación emocional que éste puede suscitar”.

Otra de las preguntas que se me plantean es si el cerebro de los músicos es diferente al de los no músicos; ¿Existe una predisposición para la música o se puede adquirir?
Siempre he creído que todo es educable. Si no lo creyera así hubiese tirado la toalla muchas veces en mis cinco años como profesora de Iniciación a la música y violín.

En mis clases de violín tengo varios perfiles de alumnos:
Dos son extremadamente opuestos. Doy clase a una alumna de 33 años que comenzó hace un año y medio a tocar el violín, ahora toca grandes conciertos pero no puede afinar el instrumento. Es incapaz de saber cuando está afinada una nota o cuando no.
Es muy técnica y le dedica muchas horas al violín, y eso hace que toque grande obras, pero por el momento no he conseguido que oiga e identifique la correcta afinación del violín. Toca gracias a unas marchas que le he puesto en el violín como referencia de donde tiene que poner el dedo, pero no se atreve a quitarlas. Ella siempre me dice que no tiene oído y que por ello no puede tocar ninguna melodía que no esté escrita.

Otro de los casos es un niño de 10 años, desde bien pequeño su padre le llevaba a conciertos de música clásica y le encantaban, así que cuando cumplió los 5 años no dudó en apuntarlo a clases de iniciación musical. Aún recuerdo con cariño el primer día que vino a clase, fue mi primer alumno.
Este niño escuchaba mucho el CD del libro Suzuki (método que utilizo en mis clases) donde venían todas las canciones del método, y sorprendentemente a los pocos meses de empezar a tocar el violín llegaba a clase y podía pasar una, dos y hasta tres lecciones por día. Todas perfectamente interpretadas y afinadas. Tenía guardado en su memoria auditiva todas las canciones del Suzuki, pero cuando le ponía otra partitura que no había escuchado nunca le era muy difícil saber leer la partitura. Este niño sí que es capaz de sacar canciones que le gustan y ahora escribirlas en papel.

Volviendo a la pregunta de antes: ¿Existe una predisposición para la música o se puede adquirir?
Bajo mi experiencia creo que sí existe una predisposición para la música (y para cualquier otro campo) pero esto no quiere decir que por ello ya seas un artista. Tienes que trabajar esa predisposición. Si todos estos factores se unen puedes llegar a ser un prodigio, como Mozart.
Sin embargo también creo que sea educable, y por lo tanto se pueda adquirir. Aunque no tengas cierta predisposición fisiológica para la música o cualquier otro campo, si desde pequeño has trabajado en esa disciplina, puedes llegar lejos.

Diversos estudios han encontrado diferencias anatómicas y de funcionamiento a nivel del sistema nervioso central en músicos, apoyando así la teoría de la plasticidad neuronal y la modificación de las conexiones neuronales según los estímulos y las experiencias de cada individuo. Estos estímulos sonoros pueden tener efectos a nivel de las emociones, la memoria, la frecuencia cardiaca, tensión arterial…, pero también efectos perjudiciales si no realizamos un estudio de cada persona a la que se lo apliquemos  como terapia. Por ello es necesario tener una visión científica a la hora de utilizar la musicoterapia,  para saber que podemos ejercer efectos beneficiosos.

               “No existe casi ninguna parte del cerebro                           que no se vea afectada por la música”
                    Stefan Koelsch

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