“La percepción y el significado de
la música dependen de la historia gradual y cultura del individuo…”, decíamos en nuestras primeras
sesiones de musicoterapia.
Después de la magistral exposición de
los profesores Dr. Jorge López y Dr. Eduardo Gutiérrez sobre los fundamentos
biológicos de la musicoterapia se me plantean algunas cuestiones:
Estoy de acuerdo con que los procesos
mentales que llevan a la percepción de fenómenos como la música son muy
difíciles de definir y entender. Pero; ¿Existen condicionantes fisiológicos que
contribuyan a determinar nuestro gusto musical? Y si es así; ¿Hasta
qué grado el gusto musical, y eventualmente el gusto estético en general, están
determinados por los mecanismos de funcionamiento de nuestro sistema nervioso?
El sonido de la tiza raspando la pizarra puede causarnos escalofríos y una
desagradable sensación, una bella melodía inmenso placer y relajación.
¿Qué hay detrás de
estos fenómenos? ¿Qué ocurre en nuestro cerebro?
Hay ciertas combinaciones de tonos que resultan desagradables al oído
independientemente del aprendizaje y de la cultura del individuo. Según el Instituto de Fisiología de la
BUAP, México: “La razón está tanto en las propiedades
mecánicas de la cóclea como en las propiedades de la red neuronal que procesa la información auditiva,
imponiendo con ello importantes condicionantes para la detección del sonido y la
sensación emocional que éste puede suscitar”.
Otra
de las preguntas que se me plantean es si el cerebro de los músicos es
diferente al de los no músicos; ¿Existe
una predisposición para la música o se puede adquirir?
Siempre he creído
que todo es educable. Si no lo creyera así hubiese tirado la toalla muchas
veces en mis cinco años como profesora de Iniciación a la música y violín.
En mis clases de
violín tengo varios perfiles de alumnos:
Dos son
extremadamente opuestos. Doy clase a una alumna de 33 años que comenzó hace un
año y medio a tocar el violín, ahora toca grandes conciertos pero no puede
afinar el instrumento. Es incapaz de saber cuando está afinada una nota o cuando
no.
Es muy técnica y le
dedica muchas horas al violín, y eso hace que toque grande obras, pero por el
momento no he conseguido que oiga e identifique la correcta afinación del
violín. Toca gracias a unas marchas que le he puesto en el violín como
referencia de donde tiene que poner el dedo, pero no se atreve a quitarlas. Ella
siempre me dice que no tiene oído y que por ello no puede tocar ninguna melodía
que no esté escrita.
Otro de los casos es
un niño de 10 años, desde bien pequeño su padre le llevaba a conciertos de
música clásica y le encantaban, así que cuando cumplió los 5 años no dudó en
apuntarlo a clases de iniciación musical. Aún recuerdo con cariño el primer día
que vino a clase, fue mi primer alumno.
Este niño escuchaba mucho
el CD del libro Suzuki (método que utilizo en mis clases) donde venían todas
las canciones del método, y sorprendentemente a los pocos meses de empezar a
tocar el violín llegaba a clase y podía pasar una, dos y hasta tres lecciones
por día. Todas perfectamente interpretadas y afinadas. Tenía guardado en su
memoria auditiva todas las canciones del Suzuki, pero cuando le ponía otra
partitura que no había escuchado nunca le era muy difícil saber leer la
partitura. Este niño sí que es capaz de sacar canciones que le gustan y ahora
escribirlas en papel.
Volviendo a la
pregunta de antes: ¿Existe
una predisposición para la música o se puede adquirir?
Bajo
mi experiencia creo que sí existe una predisposición para la música (y para
cualquier otro campo) pero esto no quiere decir que por ello ya seas un artista.
Tienes que trabajar esa predisposición. Si todos estos factores se unen puedes
llegar a ser un prodigio, como Mozart.
Sin
embargo también creo que sea educable, y por lo tanto se pueda adquirir. Aunque
no tengas cierta predisposición fisiológica para la música o cualquier otro
campo, si desde pequeño has trabajado en esa disciplina, puedes llegar lejos.
Diversos
estudios han encontrado diferencias anatómicas y de funcionamiento a nivel del
sistema nervioso central en músicos, apoyando así la teoría de la plasticidad
neuronal y la modificación de las conexiones neuronales según los estímulos y
las experiencias de cada individuo. Estos estímulos sonoros pueden tener
efectos a nivel de las emociones, la memoria, la frecuencia cardiaca, tensión
arterial…, pero también efectos perjudiciales si no realizamos un estudio de
cada persona a la que se lo apliquemos
como terapia. Por ello es necesario tener una visión científica a la
hora de utilizar la musicoterapia, para
saber que podemos ejercer efectos beneficiosos.
“No existe casi ninguna parte del cerebro que
no se vea afectada por la música”
Stefan Koelsch
No hay comentarios:
Publicar un comentario